Los personajes de la campaña

Del bajón al carozo, el choripán y los indecisos: presentamos un glosario con las palabras que ayudan a entender la campaña electoral que termina.

Por Mariángel Solomita, Sebastián Cabrera y Karen Parentelli

La primera parte de la campaña electoral, que culmina este domingo 30 de junio con la elección de los candidatos presidenciales de cada partido, estuvo pautada por la apatía y la escasez de momentos memorables.

 

Andrés Ojeda
“Nuestra campaña es todo dinamismo, estamos todo el tiempo generando cosas”, dice Andrés Ojeda, convencido de que el ritmo frenético que impuso es la llave del crecimiento de su candidatura, la de un “nativo coalicionista” que terminó entusiasmando al Partido Colorado y haciéndolo subir en forma notoria en la intención de voto (entre 15 y 17% según las diversas encuestas), reavivando así la adormecida puja entre los partidos asociados para gobernar. La disputa empezó siendo una pulseada soterrada contra Álvaro Delgado. Pero, a medida que la popularidad de Ojeda fue escalando, la competencia también, mostrándose a sí mismo como el mejor heredero de Luis Lacalle Pou y cercano a él. “Yo quiero ser un candidato que invite a la gente a soñar, que le dé ganas de votar. Eso fue Lacalle Pou: un candidato que invitó a soñar y después fue un buen presidente”, dijo en una de las tantas alusiones al presidente de la República, uno de los pocos que se viene salvando de sus comentarios filosos. Ojeda, el disruptivo. Se propuso ser un candidato que cambiara el paradigma, montando a su alrededor una estructura comunicacional al estilo reality. Llevó adelante una estrategia anclada en la “inundación mediática” buscando la omnipresencia en medios locales y últimamente también de Argentina; lanzando cotidianamente un arsenal de contenidos, apostando a la viralización de unos spots que rompen con la imagen tradicional en que se muestra un candidato y se proyecta un candidato, sin demasiado rigor al difundir las estimaciones de las encuestas más optimistas que se supone lo ubican a un punto de ganarle a Delgado, presentándose entonces como el único que puede vencer al Frente Amplio. Ojeda, el de la selfie. “Quedaron viejos los modelos de la campaña tradicional, de la recorrida pueblo a pueblo, visitando a la militancia y hablando siempre de lo mismo”, dice el candidato rebatiendo la creencia de que la estructura es esencial para ganar una elección. “Ya no”, opina con osadía. “La gente tiene otros estímulos hoy y para llamar su atención no se puede hacer lo mismo que antes”. Su candidatura avanzó en dos dimensiones paralelas, aunque entreveradas entre sí. Por un lado, expuso una faceta técnica, seria, para presentar sus propuestas, recordando que es abogado y académico, y que pasó el examen frente al “círculo rojo”. Por el otro, cultivó una imagen frívola, mostrando los músculos, repitiendo su ocurrencia de “muy capricornio” hasta convertirla en el latiguillo de la campaña, con un mensaje celebratorio de la juventud y de la fortaleza física. “Para que lo nuevo le gane a lo viejo”, dice su eslogan, en concordancia. Y todo parecía bajo control hasta que en los últimos días la irrupción de publicidad falsa o más bien sucia mostrando a una supuesta novia que habría cazado animales —en contradicción con la relevancia que el bienestar animal tiene en su programa de gobierno—, la referencia a una periodista como “una psicópata” —cuando otro eje de su programa es la salud mental—, la sospecha de que tuvo que ver en el desembarco de un periodista extranjero de extrema derecha que increpó a Yamandú Orsi y que contrató bots de la India o, según su defensa, suponiendo que haya sido una víctima de todo esto, el acumulado terminó por enrarecer la aplanadora que Ojeda venía imponiendo en una campaña que, aunque disguste a algunos y menosprecien otros, generó lo que todo político anhela: una conversación. Ojeda fue el tema del momento. Ahora habrá que ver si no pasa de moda.
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Luis Lacalle Pou (y Álvaro Delgado). El sostén de la continuidad
—Estamos en vivo para Telemundo. ¿Estuvo rico el almuerzo? –preguntó la periodista, mientras Luis Lacalle Pou se sacaba selfies en la vereda. El presidente hizo que sí con la cabeza y contó con una sonrisa: —Y aparte lo pagó Delgado. Nos vemos, gracias. La escena se dio el miércoles pasado al mediodía afuera del Bar Facal en el Centro de Montevideo y fue parte de una de las últimas salidas públicas de Álvaro Delgado antes del inicio de la veda. Ese día almorzó chivito al pan con papas fritas junto a Lacalle Pou en una mesa contra la ventana. No es casualidad que se haya juntado a comer con el presidente a cuatro días de la elección y sobre todo que lo haya hecho en un reconocido bar de la principal avenida montevideana y ante las cámaras de varios medios de comunicación. De hecho, la campaña de Delgado —que representa la línea más oficialista dentro de la coalición de gobierno y aspira a pasar al balotaje— se movió en dos planos. Estuvo, por un lado, el propio despliegue que hizo la fórmula presidencial: en la recta final Delgado y Valeria Ripoll recorrieron las 19 capitales departamentales, con una caravana y acto de cierre en cada una. Y estuvieron los spots publicitarios, que vinculaban la candidatura al concepto de “reelegir un buen gobierno”. Pero después estuvo lo que hizo y comunicó el gobierno, con el presidente a la cabeza. Formalmente no fue parte de la campaña electoral pero Lacalle –dentro de lo que la Constitución le permite- ha tenido una significante omnipresencia en la agenda pública durante las últimas semanas. Para empezar, su foto con la banda presidencial está en casi todas las listas del Partido Nacional. Y ha pautado una agenda cargada de inauguraciones a lo largo y ancho del país -desde una flota de ómnibus a una plaza de deportes, rotondas, rutas y viviendas, entre otras obras- en las que siempre reivindicó los hitos de su gestión y a veces tiró algún palo a la oposición, especialmente respecto al plebiscito por la reforma de la seguridad social, sin entrar en forma directa en la política partidaria. Y, entre selfies y sonrisas, mostró que su popularidad se mantiene intacta. El gran punto es cuánta de esa popularidad le puede “transmitir” a Delgado, quien tiene como una de sus fortalezas ser un articulador político y presentarse como el sucesor de Lacalle. Es la continuidad. Pero no es necesariamente alguien con carisma, tal como él lo dice en uno de sus spots: “Yo siento que soy un candidato que ya no es el candidato que entusiasma a las masas (…) Pero creo que voy a ser un buen presidente”.
Yamandú Orsi
Palabra de difícil pronunciación que el oficialismo descubrió en el programa del Frente Amplio y que desde entonces ha sido usada como “prueba” de que la oposición quiere volver a soltar presos o dejar de poner delincuentes en la cárcel. En la izquierda salieron a decir que ambas opciones son caricaturescas, que de lo que se trata es de frenar el hacinamiento en las cárceles, y que no se puede poner a todo el mundo preso. No es para tanto… tampoco es que el programa esté para cumplirse.
Blanca Rodríguez. El pase del año
Tras la victoria de Yamandú Orsi en las elecciones internas, José Mujica había dejado latente el anuncio de que todavía le faltaba “una última jugada”. En agosto se supo que, después de un trabajado convencimiento por parte de Mujica y Lucía Topolansky, la más famosa de las figuras televisivas, Blanca Rodríguez, dejaba la conducción del informativo Subrayado para debutar en la política partidaria integrando la lista 609 pero sin incorporarse oficialmente al MPP. El recibimiento fue clamoroso. Dolorido, sin levantarse de la silla de ruedas, Mujica presidió una conferencia presentándola como la continuidad de su legado, sugiriendo una proyección para su figura todavía más ambiciosa del cargo de senadora que según todo indica ya tiene asegurado. Su desembarco en la política despertó más claros que oscuros. Figuras de todo el espectro político saludaron su incorporación, aunque también hubo comentarios irónicos que apuntaban a que su pasaje al Frente Amplio era una “no-noticia”, aludiendo a que desde su antiguo rol dejaba entrever un sesgo inclinado hacia la izquierda. Como sea, su pasaje a la política disparó la curiosidad por el mito detrás de su figura y abrió, al menos inicialmente, la puerta a una verdadera “blancamanía”. El primer desafío de la flamante dirigente fue mostrarse de carne y hueso para el electorado que, fascinado y pudoroso, la recibió en los primeros actos al grito de “su majestad”. Habitualmente se la ve junto a Alejandro “Pacha” Sánchez, juntos apostaron a una gira tradicional, recorriendo ciudades y en las ciudades reuniéndose en comités y barrios junto a la militancia, llevando adelante una recorrida paralela a la fórmula de Yamandú Orsi y Carolina Cosse. Mantuvo su impronta arriba de los estrados. No levanta la voz. Apuesta a un lenguaje sencillo pero florido. En su discurso, evita las confrontaciones —incluso bloqueando en redes sociales a los usuarios que le comentan con “ordinarieces”— y se concentra en la importancia de promover viejos valores como la importancia del estudio y la cultura del trabajo, la tolerancia y solidaridad, achicando así la grieta y poniendo especial atención a las infancias vulnerables. Su propósito viene siendo barrer con “los cucos del oficialismo” y ampliar la franja del electorado frenteamplista, poniendo la mira en un electorado que no se siente frenteamplista de tradición pero aceptaría —quizá— votar su proyecto en estas elecciones. En definitiva, les pide un voto de confianza. Para eso, Rodríguez reparte la misión estimulando a cada militante a que “convenzan a sus vecinos”. Les dijo: “Salgan a buscar a sus amigos aunque piensen distinto y digan que los acompañen por esta vez, no para siempre, por esta vez”. “¡Quiero conseguir los votos para ganar en primera vuelta!”, se la escucha decir en algunos actos, incluso dando un paso más que el propio Orsi, quien ha admitido que lo esperable es que haya balotaje. En su primera campaña, el icono mediático paradójicamente se mostró reacia a hablar con la prensa, aceptando poquísimas entrevistas puntuales. En caso de balotaje es de esperar un cambio de estrategia, una nueva oportunidad para comprobar si en efecto está hecha de la madera política en la que Mujica deposita tanta ilusión. .
Valeria Ripoll. El peso de ser la elegida
“Sé que es rupturista, pero estoy convencido”, les dijo Álvaro Delgado a un selecto grupo de dirigentes a los que les anunció que Valeria Ripoll —exmilitante del Partido Comunista, conocida por dirigir durante más de una década el sindicato de los trabajadores municipales enfrentándose combativamente al entonces intendente frenteamplista Daniel Martínez, convertida en figura popular por su rol de columnista en el programa televisivo Esta boca es mía— sería su compañera de fórmula. La noticia fue inesperada, “un shock” para muchas figuras y también para la militancia acostumbrada a verla en la vereda de enfrente. A partir de ese momento, a Ripoll se le duplicó el desafío. Si al ingresar al Partido Nacional aspiraba a captar a “los desencantados” del Frente Amplio y puntualmente a los trabajadores “que no se sienten representados por el Pit-Cnt”, ahora también debía quebrar la resistencia de los votantes blancos contra su candidatura y conseguir “la bendición” de la dirigencia nacionalista. En este prólogo de la campaña fue mordaz contra su antiguo partido, apuntando especialmente a Carolina Cosse y Yamandú Orsi, defenestrando sus gestiones como intendentes, con una posición siempre cerrada a los matices, al mismo tiempo que arremetió contra integrantes de Adeom que iniciaron investigaciones por faltantes de dinero durante su gestión, declarándose víctima de una persecución política. Adentrada la campaña, Ripoll se concentró en su principal tarea electoral: tender un puente con el votante montevideano que no se siente identificado con el Partido Nacional, acortar la lejanía marcando presencia en los ambientes donde la militancia blanca se sentía mal recibida. Para ello, Ripoll se usó como ejemplo. Suele hablar de sí misma en tercera persona, manifestando lo que Valeria Ripoll viene a representar para el Partido Nacional, un partido suficientemente abierto como para elegirla a ella, “una mina común” que empezó trabajando en McDonald’s, que prioriza su rol de madre, que conoce las frustraciones de las familias con un integrante en situación de discapacidad, que “vive de su salario” y como no le alcanza se enreda en préstamos, para protagonizar la candidatura que busca la continuidad en el gobierno. En ferias, asentamientos; en barrios y organizaciones sociales de la zona metropolitana en las que suele moverse con soltura, y también en la gira junto a Delgado por el interior del país, la flamante figura blanca balancea una imagen sensible y maternal con un temperamento guerrero —radical, dicen los más críticos—, de oratoria filosa con una postura crítica que no admite cuestionamientos a su postura. Aunque ella dice que es en este terreno en el que mide si su impronta está calando en el electorado y confía en que así es, los pronósticos de las encuestas no condicen con aquel propósito de Delgado de conformar una dupla “que enamore”. En los últimos tres meses, el Partido Nacional bajó cerca de 10% su intención de voto, según las encuestas. Sobre la figura de Ripoll en particular, Cifra difundió en setiembre que 26% del electorado la veía con simpatía y el 54% con antipatía, resultando así menos popular que Cosse (que despierta simpatía en el 36% del electorado). A esto Ripoll responde aferrándose a su convicción de que en la urnas el resultado será otro y afilando los dardos contra el Frente Amplio, pretendiendo arrebatarle su supuesta apropiación de las causas sociales y minimizando el incómodo pifie de Delgado, quien se refirió a ella como “la frutilla de la torta” y la presentó como “un bombón”.
José Mujica
Consigna usualmente reservada para las grandes gestas de la humanidad que Laura Raffo eligió convertir en el eslogan de su campaña. A juzgar por el perfil “moderno” de su campaña —y sus comentadas fotos en Instagram—, algunos sugerían cambiarlo a “haciendo historias”.
Pedro Bordaberry. El regreso de un líder.
Volvió cuando ya casi nadie esperaba que lo hiciera. Durante buena parte de este período el nombre de Pedro Bordaberry se mencionaba como un posible salvador que desembarcaría otra vez en el Partido Colorado tras la retirada de Ernesto Talvi. Pero el exlegislador, exministro y excandidato presidencial siempre decía que no. O, peor, simplemente callaba. Tras las elecciones internas, al final anunció que, con la lista 10, regresaba al ruedo como candidato a senador. El Partido Colorado parece estar ahora en una interna paralela entre la fuerza nueva de Andrés Ojeda y la figura de líder de Bordaberry, que no siendo precandidato de todas formas ya salía en las encuestas espontáneas antes de las internas. En un spot trató de fundamentar la pregunta de muchos: ¿por qué volvió? El video comienza con un Uruguay rural, muestra roles de trabajadores de varias edades, una mujer embarazada y se escucha la voz de Bordaberry, que responde: “Volví porque no vivo de la política, pero la política vive en mí”. Los carteles de “Vamos Uruguay” y el número 10, en color celeste con muy poco del rojo de los colorados, decoran pasacalles, avisos publicitarios y materiales de redes sociales. Uno de los hechos más pintorescos pasó el día que Luis Suárez se despedía de la selección. A la entrada del Estadio Centenario se repartían folletos de “Vamos Uruguay, lista 10”: uno de ellos terminó en manos de uno de los hijos del goleador uruguayo, que con la inocencia típica de un niño lo tomó pensando que aquello hacía alusión al partido de despedida. En las últimas semanas ha elogiado y mucho a Ojeda, aunque al principio tuvo algunos cortocircuitos. En una reciente entrevista en En Perspectiva, por ejemplo, dijo que el candidato estaba haciendo “una campaña formidable” y “disruptiva”. También que “es el hombre para guiar al Uruguay en los próximos cinco años”. Bordaberry seguro será senador en el próximo período. En su lista también está el expresidente de Antel Gabriel Gurméndez y el exministro de Turismo Tabaré Viera, dos precandidatos que se unen tras el líder colorado. La campaña para llegar al Senado lo muestra como un caudillo de los de antes: recorrió el país, en un estilo bien tradicional a diferencia de Ojeda, que apostó a lo mediático. En estas recorridas se ha cruzado mano a mano con Yamanadú Orsi y Álvaro Delgado. Con Orsi estuvo en el barrio histórico de Colonia del Sacramento: se abrazaron y hablaron de fútbol. Bordaberry le preguntó cómo venía transitando la campaña. “¿Cansado?”, preguntó, a lo que Orsi le respondió: “Y sí”. “No hay que aflojar, eh”, replicó el colorado. Un día después Bordaberry se cruzó con Delgado a la entrada de una radio, en el departamento de Soriano. Y recordó que trabajaron juntos en el Senado, en la comisión investigadora de Ancap. Volvió pisando fuerte y su rol puede ser clave en un eventual segundo gobierno de la coalición.
Sebastián Da Silva
Consigna usualmente reservada para las grandes gestas de la humanidad que Laura Raffo eligió convertir en el eslogan de su campaña. A juzgar por el perfil “moderno” de su campaña —y sus comentadas fotos en Instagram—, algunos sugerían cambiarlo a “haciendo historias”.
Gabriel Oddone. El Astori de Orsi
Su nombre se manejó durante meses, incluso antes de las elecciones internas. Se sabía que el economista Gabriel Oddone tenía altas chances de ser el elegido para ocupar el cargo de ministro de Economía de un eventual gobierno de Yamandú Orsi. Pero el candidato recién lo oficializó el 23 de setiembre en una conferencia de prensa en la sede del Frente Amplio. Una señal que precisaba dar a los mercados y a los empresarios en un momento en el que algunos analistas empezaban a alertar con mayor fuerza sobre un posible colapso económico en caso de aprobarse el plebiscito sobre la seguridad social.
Y una señal que algunos comparan, salvando las enormes diferencias, con el anuncio que Tabaré Vázquez hizo en julio de 2004 en Washington cuando comunicó que Danilo Astori sería su ministro de Economía. Claro, el contexto era otro: la izquierda nunca había gobernado el país y ese mensaje fue clave para, de alguna manera, calmar al sistema financiero y a los organismos internacionales. Y para captar algún voto más que estaba en duda y poder llegar al 50%. Lo de Oddone no tiene tanto peso.
¿Pero quién es (o qué representa) el único ministro confirmado por Orsi? Oddone es muchas cosas al mismo tiempo. Es el que durante años fue socio y figura clave de la consultora CPA Ferrere. El que militó en la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay y fue miembro del ejecutivo de la Juventud Socialista. El que renunció al Partido Socialista en 2015 por discrepancias sobre la línea adoptada en varios temas relevantes. El que hace unas semanas dijo que no es “el fin del mundo” si se aprueba el plebiscito de la seguridad social pero sí un “escenario complejo” y “en absoluto inocuo”. El que, a la vez, está de acuerdo con la reforma de la seguridad social emprendida por este gobierno.
Su nombre no cae del todo bien en algunos sectores del Frente Amplio, en particular en el Partido Comunista. Juan Castillo, por ejemplo, dijo al semanario Búsqueda que Oddone “no sería la mejor expresión para la conducción económica para un gobierno del Frente Amplio”. Y Constanza Moreira, en entrevista con La Diaria, lanzó que a Oddone “se lo ve como un representante del gran empresariado”.
Si le toca ser ministro, deberá negociar muchas decisiones en la interna de un gobierno de Orsi. Y no responde a ningún sector, por lo que no tiene una espalda atrás. Por eso y otras cosas, en la coalición republicana creen que Oddone estaría atado de manos. Pero por ahora es apenas uno de esos personajes que marcaron una campaña electoral fría.
Gustavo Salle. El “bufón con megáfono” que puede llegar al Parlamento
Desde la pandemia para acá la imagen de Gustavo Salle con su megáfono se ha convertido en una escena habitual. Y ahora, con su duro discurso antisistema, el polémico abogado está a punto de entrar al Parlamento junto a su partido Identidad Soberana. Si las encuestas no están erradas, Salle será diputado e incluso no se descarta que pueda ingresar al Senado. En la elección pasada le faltaron pocos votos para ocupar una banca, con el Partido Verde Animalista. Pero el covid-19 le dio un impensado impulso y, ayudado por el discurso antivacunas, captó un electorado descreído.
Salle es a todas luces uno de los personajes de esta campaña. Le pega a todos, no se salva nadie. “Los políticos son todos una manga de coimeros: la coima de UPM, la coima de Pfizer, la coima del hidrógeno verde”, dice, en un tono muy violento que por momentos parece impostado. A veces hace acordar a Javier Milei, cuando por ejemplo habla de la “putrefacta, coimera y ladrona casta politica”, de los “vendepatria multicolores y frenteamplistas, dos asociaciones para delinquir juntas”. También combate el modelo “narco forestal”, las “corporaciones ladronas”. Y en el perfil de su cuenta de Twitter anuncia que en su opinión hay “cuatro organizaciones nefastas: el sionismo, la masonería, el jesuitismo, y el narcotráfico”.
Salle protagonizó, quizá, el momento televisivo de la campaña cuando el panelista Alfredo García lo trató de “bufón con megáfono” en el programa de canal 12 Esta boca es mía. Entonces el abogado se levantó de la silla, le gritó que era “alcahuete de los vendepatria” y un “inmoral”, entre otros fuertes ataques, por lo que Victoria Rodríguez tuvo que intervenir, mandar una tanda y pedirle al político que se retirara del estudio de televisión.
Una de las grandes interrogantes es cuál será el papel de Salle senador o diputado. ¿Se lo terminará comiendo la burocracia y el tedio parlamentario o ganará el personaje? El tiempo dirá.

Diseño: TI El País
Fotos: Archivo El País.